Ventanas a la Toscana

3 09 2008

Ya estamos por aquí otra vez. Desde la última entrada han pasado los mejores JJ.OO. de la historia, las 8 medallas 8 de Phelps, Usain Bolt ha llevado las marcas en las pruebas cortas hasta dentro de 20 años, y el cielo de la piel de toro ennegreció al no poder ser cruzado por un avión desde Madrid a Canarias.

Ya estamos otra vez de vuelta a la rutina escribiendo desde esta mesa y esta silla de mi despacho que durante julio fueron mis grilletes. Una semanita en la Toscana (así como un par de semanas libres en Alicante) ha sido la mejor de las cizallas para romper unas cadenas que alguien estará ya por ahí volviendo a forjar para el mes que acaba de entrar.

Mientras tanto, os dejo abiertas algunas ventanas a nuestras vacaciones para que podáis colocaros tras mis ojos y los de M. y os asoméis a lo que nos ha rodeado durante unos maravillosos días. También las dejo abiertas para mí. No me vendrá mal sacar la cabeza por ellas de cuando en cuando para recoger el aire que nos traía el precioso cielo toscano. Espero que os gusten.

El viernes 15, a última hora de la tarde, llegamos a PISA desde Valencia. Recogimos el cochecito alquilado y, tras dejar las cosas en el hotel nos dio tiempo a acercarnos a un sorprendentemente vacio (por la hora) Campo dei Miracoli a dejar escapar el primer suspiro del viaje. A la mañana siguiente repetimos destino para contemplar el Campanile, el Duomo y el Baptisterio a la luz del día (y añorar la soledad de la noche anterior).

Tras despedirmos de nuestro primer destino cogimos rumbo a Loro Ciuffenna, pueblecito de la Toscana central en el que estaba la casa que nos acogería durante una semana, no sin antes desviarnos hacia el norte unos pocos kilómetros para ver LUCCA, un precioso pueblo en el que por primera vez sentimos que, si no fuera por las tiendas de souvenirs y por tanto turista, nos habríamos colado en una Edad Media que se abría al Renacimiento.

Siendo como es Lucca la cuna de Puccini, no podía faltar la foto de D. Giacomo.

Llegados a la casa (de la que os hablaré al final), nuestro primer destino fue AREZZO, otro pueblecito medieval precioso en el que, como curiosidad, se rodaron varias escenas de La Vida es Bella.  En varios rincones del pueblo encontrabas carteles con fotogramas de la peli relativos a la escena  en concreto rodada en ese punto. La Piazza Grande es una pasada.

Nuestro siguiente día lo dedicamos a SIENA. Ya estuve hace 14 años con el viaje de fin de COU. Recordaba imágenes sueltas pero no podía ni imaginar que nos encontraríamos con un lugar tan impresionante como el que tuvimos la suerte de patear durante todo un día. Entre la epidemia de peste que sufrió en el s. XIV y el posterior cerrojo que sobre la ciudad echaron las tropas florentinas tras su invasión, el centro histórico apenas sufrió cambios en siglos, y hoy día ha quedado como una alucinante reliquia medieval. En la Piazza del Campo, sobre la que se alza la Torre del Mangio es donde, dos veces al año, se corre la famosa carrera de caballos (Palio), en la que los barrios en que se divide la ciudad se disputan el honor de la victoria. Fascinantes las vistas desde lo alto de la torre, por cierto.

Capítulo aparte merece el Duomo de Siena. Catedral de fachada imponente (maldita grúa en plena foto), el interior esconde unos púlpitos y unas escenas en mármol en el suelo brutales. Eso sí, ya nos dimos de bruces con la imbecilidad eclsiástica por la cual las mujeres debían cubrir sus hombros y/o escotes veraniegos por una discretísima capa de papel azul que, además de oler fatal, favorecía un montón. Por lo visto, a la jerarquía católica le mola más ver una iglesia llena de superpitufos que unos morenos hombros femeninos.

Tras una jornada de relax por los alrededores de Loro Ciuffenna, los dos días siguientes fuimos a FLORENCIA. Toda palabra es poca para describir esa caóticamente maravillosa ciudad que creció alrededor de los Médicis. El martes iniciamos el día en la Galería de la Academia, con los pelillos de punta al ver El David y Los Esclavos de Miguel Ángel. Lástima que uno suele cumplir las normas establecidas y nos fuimos sin foto (en la cámara de fotos, que la de los móviles está para algo…) de esa carne hecha mármol. El David es una de las 2 ó 3 obras de arte más escalofriantes que he visto nunca. El resto del día lo dedicamos a recorrer todo el casco antiguo, desde Santa María Novella hasta el Palacio Pitti, más allá del río Arno a través del Puente Vecchio.

Por la tarde, paliza descomunal subiendo los más de mil escalones de que constan la subida al Campanille junto a Santa Maria dei Fiore y el Baptisterio, de un lado, y la Cúpula de Brunelleschi de otro. Sobran las palabras sobre las vistas.

Al día siguiente nos esperaban los Ufizzi. Tres horas y media de paseo desde el Trecento de Ghiotto hasta Rubens, pasando por La Sagrada Familia de Miguel Ángel, La Virgen del Jilguero de Rafael, los Duques de Urbino de Piero della Francesca, La Anunciación de Leonardo, y una de las cosas más hermosas que he visto en mi vida: El Nacimiento de Venus, de Botticelli. Al margen de los maravillosos colores del temple sobre lienzo, el trazo de manos y pies de Venus son acojonantes.

Por lo demás, qué os voy a contar. Además de la Plaza del Duomo, (las Puertas del Paraíso de Brunelleschi que decoran una de las entradas al Baptisterio son una gozada, así como la bóveda interior), la Piazza della Signoría, la de la Repubblica, la Santa Croce, San Lorenzo… Descomunal. Y descomunal también lo jodido que es encuadrar bien las fotos en esas plazas tan pequeñas y con tantísima gente…

Última gran parada; SAN GIMIGNANO. Nos dejamos de lo mejorcito para el final. Uno de los pueblos a los que no fui hace 14 años, es una auténtica maravilla. Aún quedan en pie 14 de las más de 70 torres que en su momento llegaron a levantarse. (si os fijáis, en la segunda y antepenúltima foto, podréis ver que allí está la versión medieval de las Lorres Gemelas…. son clavadas). Si ya las que se conservan ofrecen un curiosísimo juego de sombras por todo el pueblo, entonces debía ser algo espectacular. La Piazza della Cisterna (llamada así por el aljibe que hay en el centro) es el punto de confluencia de un intrincado laberinto de calles en las que es una gozada perderse. Nos sorprendió la basílica de la Colegiata, con sus muros cuajados de frescos de Ghirlandaio relatando escenas bíblicas, y sus bóvedas pintadas como un cielo azul plagado de estrellas. Una pasada.

Dejo para el final el recuerdo de nuestra casita en Loro Ciuffenna, pequeño pueblo situado en pleno centro de la Toscana, cosa que nos vino de perlas porque lo teníamos todo a tiro de piedra. La casa se llama Podere il Cercato y se ubica en lo alto de uno de los montes que circundan Loro. Está dividida en dos plantas. En la superior viven los dueños, un matrimonio joven (Laura y Alberto, majísimos) con dos niñas pequeñas. Nada más llegar nos recibieron con una botellita de aceite hecho por ellos mismos, y otra de vino. En la planta de abajo hay dos apartamentos, uno para 4 personas (en el que había unas holandesas a las que apenas les vimos el pelo), y otro para una pareja, en el que nos alojamos. A la decoración rústica no le faltaba un detalle y está completamente equipado.  Siendo la casa una gozada, lo mejor sin duda eran los jardines y terrazas de la parcela. Es un terreno inmenso cuidaídisimo (cada día va un jardinero a primera hora de la mañana), plagado de árboles y arbustos. En la parte próxima a la casa hay unas terracitas con tumbonas, mesas y sillas, que dan justo al principal desnivel del monte, de forma que sentado divisas todo el valle con el pueblo abajo. Os podéis imaginar lo que era desayunar allí todas las mañanas, poniéndonos como el tenazas a base de queso, embutido, aceitunas y manjares varios de la zona. Un lujazo. Sobre la piscina enclavada en medio de la parcela, con vistas al valle, mejor os remito directamente a las fotos, porque era brutal.

Si alguno de los que lean esta entrada tiene pensado un viajecito a la Toscana, le recomiendo encarecidamente que se aloje en Podere il Cercato. Ha sido la guinda a un viaje fantástico.

Para acabar, un par de cositas: No podía faltar una fotillo del Lancia de alquiler (cómo no,  tenía que ser Lancia o Fiat) que nos ha acompañado a todas partes, y en el que sobre todo sonaron esos días Amy Winehouse y The Last Shadow Puppets. Por cierto, eso de que en Italia se conduce como el culo no es del todo cierto. Me sorprendió que en autopista se pueden contar con los dedos de la mano los coches que pasan de 110 (el límite allí). Y en ciudad la cosa es más o menos como por aquí (en todos lados hay gente haciendo el cabra al volante) pero desde luego no se conduce peor que en Alicante o Murcia.

Por último, en el vuelo de vuelta el cielo estaba precioso y completamente despejado, lo que nos permitió hacer unas fotos bastante majas por la ventanilla., divisando la costa italiana. Sirvan algunas como broche a este resumen del viaje (la última es muy curiosa, ya que se puede apreciar la sombra del avión proyectada en las nubes).

P.S.: No podía faltar la frikada de rigor (Yaqui, especialmente decicada). Resulta que no, no está en el Caribe. En el Mediterráneo está… ¡¡MONKEY ISLAND!! 😉