Anoche me llamaron mis padres, advirtiéndome de que me habían mandado algo por internet que me encantaría leer. Abrí el mail y seguí el link enviado. Tengo que volver al blog para contarlo.
Es un artículo de Pedro Antonio Ríos -la imagen en Murcia de Izquierda Unida durante muchísimos años- publicado en La Verdad, en el que, con ocasión del 23-F, recuerda cómo lo vivió allá por 1981. En los párrafos 3º y 4º me da un vuelco el corazón y se me hace un nudo en la garganta. En su 23-F estuvo mi abuelo, del que ya os he hablado en alguna ocasión. ¡Y menuda forma de estar, abuelo!
«Con treinta años y como concejal del Ayuntamiento de Murcia, viví aquel 23-F en la Comisión de Personal, que desde las cinco de la tarde presidía D. Aurelio Serrano, sentado en el vértice de esa larga mesa, más cercano del acceso al salón de Plenos. A su izquierda, el secretario general y los concejales de UCD y a la derecha, Paco Solano, Mari Carmen Lorente y yo mismo. Sobre las seis y media entraron en la sala el Oficial Mayor y Riera, concejal de UCD, con la cara demudada diciendo que unos terroristas disfrazados de guardias civiles habían entrado en el Congreso. Girando la cabeza, tenso, le dije: «dices bien, son terroristas, pero son guardias civiles dando un Golpe de Estado».Nos propusieron levantar la sesión y D. Aurelio dijo, con firmeza y a la vez con serenidad: «La sesión se levantará cuando se agote el orden del día, estos señores ya me levantaron en el 36, siendo alcalde de Alcázar de San Juan y a mi edad no me van a levantar del Ayuntamiento de Murcia». Sentí admiración y orgullo por su actitud.»
Nadie había comentado ese artículo en la edición digital del periódico. No pude evitar dejar constancia de mi agradecimiento. Os reproduzco el comentario porque, ya en frío, no se me ocurre nada mejor que decirle a Pedro Antonio Ríos que lo que ayer escribí en caliente.
«Gracias por recordar la figura de mi abuelo con esas palabras de firmeza y aplomo.
Gracias por hacerme recordar que no puede pasar un sólo minuto sin que me sienta orgulloso de llevar su sangre.
Gracias por conseguir que a un nieto se le haga un nudo en la garganta acordándose de su abuelo, al tiempo que maldice no tenerle ya a su lado, justo ahora que ese nieto podría ser una persona mínimamente interesante para que aquel abuelo pudiera contarle cómo la Historia pasó por él.
Gracias por traer a mi memoria imágenes de su sonrisa con olor a Brummel.
Gracias, Pedro Antonio.»
Añado: Gracias por contarme un pedacito de la vida de mi abuelo, ahora que no está ya a mi lado para preguntárselo.
Y sobre todo, gracias a ti, abuelo.
Últimos contertulios…